OPINIÓN

Castro, La Vedette!

Miguel Ángel Ariza | Sábado 18 de enero de 2014
Conocí una vedette que se apellidaba cCastro. Era una buena bailarina en un local no muy grande de una pequeña capital en provincias. Nunca destacó por nada en especial, pero la verdad es que cumplía razonablemente bien con su trabajo de entretener al respetable. Pasaba desapercibida en la mayoría de ocasiones y eso, en el mundo del artisteo, ya es bastante. Sus números eran mediocres, porque ella tampoco daba para más, pero no lo hacía mal. No derrochaba talento, pero tampoco le tiraban tomates sobre el escenario, ni la abucheaban. Bueno, algún que otro ¡fuera, fuera! sí se llevó, pero todos podemos tener un mal día y el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra. Tenía bastante mal carácter y aunque era disciplinada y trabajadora, solía contestar mal, frecuentemente fuera de tono. Lo que se conoce como una lengua viperina, vamos.  Su voz de cazallera no le impedía cantar canciones sin desafinar. Y aunque estaba algo entrada en carnes, lograba disimular los michelines con vestidos que ella misma se arreglaba. Le gustaba ir en moto a trabajar, por una cuestión de rapidez en el desplazamiento y comodidad en el aparcamiento, aunque le gustaban los coches deportivos y la velocidad. Pero no se le conocían excentricidades, excepto lo práctica de la esgrima japonesa o kendo, si así podemos considerar este arte marcial.

Un día, harta de no destacar tanto como a ella le gustaría, hastiada de pasar sin dar la nota, cansada de que su talento pasase desapercibido al gran público, se le ocurrió que tenía que estrenar un espectáculo nuevo para relanzar su carrera. Decidió provocar al espectador y ser un poco transgresora. No podía hacerlo sola, pero ella tenía que ser la protagonista indiscutible y llevarse las ovaciones del público. Una mujer hecha a sí misma, tozuda y con carácter, tenía que ser capaz de eso y de mucho más. Solo tenía que aguzar el ingenio y proponérselo decididamente. Y así lo hizo. Un número detrás de otro consiguió acaparar el interés de los espectadores y de la crítica. Empezó a ocupar portadas en la prensa y a conceder entrevistas en los medios especializados. Y su club de fans, que le enviaban ramos de flores al camerino y le aplaudían por la calle, empezó a multiplicarse. Su fama se acrecentó y su fama adquirió ámbito nacional. Las cadenas de televisión y radio, y los principales medios de comunicación destinaban a sus mejores periodistas para seguir de cerca sus andanzas. Hacían conexiones en directo y el local donde ella trabajaba pronto se vio cercado de unidades móviles con antenas parabólicas para retransmitir las últimas novedades de un espectáculo que sin tener nada de extraordinario desde un punto de vista artístico y musical, ella había conseguido con ambición y perseverancia, llevar a primera línea de la actualidad. La vedette Castro fue una chica espabilada que supo aprovechar su oportunidad para lanzarse al estrellato y adquirir la fama que durante años y años de discretas actuaciones en el cutre escenario en el que cada noche se levantaba el telón, le había sido negado injustamente. Ahora había llegado su oportunidad y la estaba disfrutando como ella se merecía.

Sin embargo, había otra bailarina en el show con mucho más talento que ella. Se apellidaba  Horrach. Sin tanta experiencia como Castro, por una cuestión de edad, había actuado en mejores salas de fiesta y los medios de comunicación conocían bien su forma rigurosa y profesional de manejarse sobre el escenario. Horrach cantaba y bailaba mucho mejor. No le importaban excesivamente las críticas y procuraba ser honesta consigo misma y dar lo mejor cada noche. Castro tenía profunda envidia de Horrach. Germinó entre ellas, antes buenas amigas y compañeras de camerino, la discordia. La Castro no quería limitarse a llevar adelante el espectáculo dignamente, como había hecho siempre. Ahora quería destacar y brillar por sí misma, sin nadie que le hiciese sombra. Pero la función sin Horrach corría peligro y no podría llegar a buen puerto. Castro se consumía de envidia en su interior y poco a poco comenzó a cometer errores hasta que la crítica fue feroz con ella. Así fue como la gran vedette que llegó a ser, acabó sus días, criticada y vapuleada. Abucheada por el público al descubrir que para ser una gran artista hace falta algo más que no cometer errores.

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