Armando Pomar | Miércoles 08 de enero de 2014
Hace 500 años, Maquiavelo escribía El Príncipe. Un compendio de pensamientos sobre la nobleza del Príncipe, del Monarca y una serie de reflexiones que siguen siendo, hoy, de máxima actualidad.
No hablaré de la Infanta, pero si de lo que Maquiavelo advertía hace medio siglo: un soberano ha de intentar no ser odiado. No debe permitir que en su reinado se interfiera en las propiedades de sus súbditos, ni en sus esposas. El dinero y el sexo. Las dos fuerzas de la vida y del destino.
Por amor, ella hizo lo que hizo. Por amor, el padre hará lo que hará. Y por amor a la ley, el juez ya ha hecho lo que tenía que hacer.
Ahora, el resto de la historia, la escribiremos los periodistas y los columnistas. Diremos de todo. Mentiremos, callaremos, acusaremos, juzgaremos, condenaremos y encenderemos la hoguera.
Hablar de reyes, después de Reyes es curioso. Este año, nadie se ha acordado de mí. Nadie me ha hecho regalo alguno. Y eso que siempre celebré esta festividad haciendo regalos y poniendo mesa y mantel para todos los que cabían en casa. Y en dos turnos: comida y cena. Así es la vida y así somos, me decía mi siempre recordado Xesc Forteza. “Ni Reyes, ni Dioses, solo hombres” se decía hace algunos años en un intento de elevar al hombre a una nueva categoría social. Hoy no sé si prefiero al Rey Mago, al Rey Borbón o al Rey que rabió. De todas maneras, me sigue gustando más el del cuento, el de María Sarmiento que se fue a cagar y se la llevó el viento.
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