OPINIÓN

Viva los melones

Francesca Jaume | Miércoles 08 de enero de 2014
Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar

No lo digo yo, lo dijo Ernest Hemingway.

Año nuevo, subida de precios nueva. Como siempre. Para la mayoría de trabajadores eso nos supone una pérdida de poder adquisitivo clara, porque nuestro salario o expectativas de ingresos son iguales o inferiores al 2013. Ahora, sin embargo, la discusión se ha centrado en si la subida de las pensiones a los jubilados supone un menoscabo a su capacidad de gasto.

Si la subida de la pensión es inferior a la subida del IPC, está claro que se pierde poder adquisitivo, es un axioma. Querer disfrazarlo es tomar al personal por tonto. No obstante, yo no me atrevo a criticar con la boca ancha la medida adoptada por el Gobierno. Y me explicaré.

Mientras estamos pensando en que los jubilados de hoy están perdiendo poder adquisitivo, nos olvidamos que, para los que seremos jubilados mañana, aspirar a tener nuestras pensiones equilibradas, nos parecerá una entelequia. No habrá ni un euro para ir de picos pardos a Los Melones. Somos muchos los que tenemos claro que sólo podemos aspirar a recibir lo depositado en un plan de pensiones, aunque, para el mileurista, eso de poner dinero en un plan de pensiones le resulta del todo irrisorio.

De un modo u otro, los administradores de lo público deben de intentar que las pensiones no se conviertan en un pan para hoy y hambre para mañana, y, si esta decisión del Gobierno va encaminada a ello, me merece un respeto porque el objetivo es loable.

Una medida encarada a solucionar el problema de las finanzas públicas es el aumento de la edad de jubilación. Parece sensato que sea así de acuerdo con el incremento de la calidad y esperanza de vida. Nos toca la moral, muy cierto, pero lo tenemos que asumir. Con los números la magia no existe.

Ello colisiona frontalmente con dos realidades sociales: la primera es la dinámica que existe de limpiar las empresas de vejestorios de 55 años (nótese mi ironía) a través de despidos, prejubilaciones -o despidos disfrazados de jubilaciones-, y la segunda es que, en la mayoría de ofertas de empleo que se encuentran a día de hoy, el requisito de edad es inferior a 35 años. Estamos metidos en un nudo gordiano que necesita de manos sabias y desligadas para deshacerse.

Soy consciente que se me puede rebatir argumentando que, por desgracia, muchas familias sobreviven en la actualidad gracias a las pensiones de sus mayores. Es una realidad social innegable, aunque, convendréis conmigo, la solución no está en potenciar las pensiones, sino en fomentar empleo.

Corolario: Espero que, a pesar de este artículo, mi adorado y jubilado padre me dé de cenar esta noche.

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