Sábado 04 de enero de 2014
Baleares está de enhorabuena. El número de muertos en sus carreteras ha caído de forma extraordinariamente significativa el 2013. De los 45 fallecidos el 2012 se ha pasado a 28 en el año que acabamos de cerrar, un 38% menos. Muy lejos quedan en el tiempo aquellas terribles décadas de los años 80 o 90, con balances cercanos o superiores a los 170 muertos al año. Era escalofriante, inhumano e irracional. Y eso por no hablar de los heridos y personas que han quedado minusválidas de por vida.
Diferentes factores confluyen en este descenso de la mortalidad sobre el asfalto. Los controles de alcoholemia han servido de importante elemento preventivo, así como el carnet por puntos. Pero en justicia hay que apuntar un elemento determinante: la impresionante mejora de la red viaria, tanto en Mallorca como en Menorca y Eivissa. Se han mejorado y ensanchado muchísimas carreteras, eliminando puntos negros, y se han construido numerosas autopistas, desdoblamientos y variantes que han hecho crecer la seguridad de manera exponencial.
Es preciso reconocer, con los balances de mortalidad en la mano, que la tarea realizada por los presidentes Gabriel Cañellas, Jaume Matas y Maria Antònia Munar en la construcción de infraestructuras más seguras está dando unos resultados impresionantes. La carretera de Lluchmajor era un auténtico matadero antes de la llegada de la autopista impulsada por Matas. Lo mismo puede decirse del tramo Inca-Sa Pobla. Y mucho más la otrora terrorífica carretera Palma-Manacor, antes del desdoblamiento realizado por Munar y su equipo.
Por cada uno que murió el 2013 en la década de los ochenta morían seis o siete, cuando arrancaba la autonomía. Era demencial.
Hay que continuar luchando para reducir aún más esta cifra, pero desde la convicción de que se ha avanzado mucho y con resultados espectaculares. Ahora que se habla tanto de endeudamiento público, cabría recordar que las vidas humanas no tienen precio.
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