EDITORIAL

Una Fiesta de l'Estendard movida

Sábado 28 de diciembre de 2013
La Fiesta de l'Estendard es la celebración cívica más antigua de Europa. Evoca la entrada de las tropas de Jaume I en Palma el último día de 1229 y el ingreso de Mallorca en la cultura occidental.

Los últimos años no ha faltado la protesta, tanto en la Plaza de España la noche del 30 como en la Plaza de Cort el mediodía del 31. Este año es posible que la indignación llegue corregida y aumentada. Para los nacionalistas son las jornadas de autoafirmación en la lengua y la cultura propias, que llegaron con aquel ejército, muchos de cuyos componentes se convirtieron en los fundadores de la nueva sociedad mallorquina.

Este año hay muchos más motivos para la protesta por las nuevas normas aprobadas por el Govern Bauzá. El TIL o la Ley de Símbolos han enervado muchos sentimientos. Los concejales de Més en Cort es muy probable que levanten la senyera del Conquistador portando la camiseta verde de solidaridad con los docentes. Y es que la coyuntura balear actual es altamente contradictoria y resbaladiza. Mientras el Govern ha hecho una ley centrada en prohibir los lazos cuatribarrados en las fachadas de escuelas e institutos públicos, el alcalde de Palma y sus concejales llevaran bien alto y todos juntos  el Estendard o bandera de las cuatro barras con todo el aval oficial e histórico que significan 784 años de lealtad, mantenida generación tras generación desde que las vanguardias del rey Jaume rompieron las defensas musulmanas en la actual plaza de la Porta Pintada y se adentraron en la ciudad.

La Ley de Símbolos no impide las celebraciones tradicionales. Pero es curioso que una bandera paseada por Cort sea legal y la misma, colgada en una escuela pueda suponer un expediente y una carísima multa para su director o para quienes la coloquen. Es un contrasentido difícil de entender y de explicar. Roza el absurdo. El Consell Consultiu avisa que esta Ley va contra la libertad de expresión. Diferentes asociaciones quieren levar el asunto a la ONU.

Pero mientras, viene otra fiesta movida, con peligro de importantes protestas y, a buen seguro, muy tensa y crispada, expresión inevitable de una sociedad que no consigue alcanzar el consenso en lo referente a los símbolos que determinan su identidad, idiosincrasia y personalidad como pueblo.

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