Jueves 21 de noviembre de 2013
La decisión de Més de evocar de manera tangencial el caso del túnel de Sóller en el pleno extraordinario del Consell donde se debatirá este jueves la reprobación de la presidenta Maria Salom, que hace casi tres lustros fue imputada en aquel escándalo, viene a coincidir con las voces que reclaman que el cuadro de Gabriel Cañellas sea descolgado del Consolat porque el tribunal que juzgó aquel caso sentenció que había delito si bien a su vez decretó la absolución del expresidente porque los hechos habían prescrito.
Los tiempos del túnel eran otra época de la política balear, aunque algunos de sus protagonistas siguen en activo. Su actualidad viene dada en parte porque recientemente se han producido el sonado descolgamiento del óleo de Jaume Matas de la sede de presidencia o la retirada de medallas y honores a Maria Antònia Munar. En principio sorprende que si hubo delito en la actuación de Cañellas le mantengan la pintura en su sitio mientras que la de Matas ha sido retirada, prescribiesen o no prescribiesen unos hechos que, en ambos casos, se produjeron en el interior del Consolat y por acciones ligadas a que los dos fueron jefes del Ejecutivo balear.
Los historiadores del futuro tendrán dificultades para explicarlo cuando analicen el proceso de creación e impulso del autogobierno balear. Lo cierto es que durante esta etapa los escándalos han afectado a muchos políticos y por diferentes cuestiones. Sin embargo, no existe un mismo rasero institucional al valorar unos casos u otros. Y eso es difícil de asumir por parte de los ciudadanos.
Si estas cuestiones no se resuelven con equidad, la impresión general será que hay diferentes varas de medir. Eso no es bueno para la democracia y para el más sagrado de sus valores: la igualdad de todos ante la ley.
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