Miércoles 23 de octubre de 2013
Aunque Jaume Matas tiene por delante importantes juicios a causa de las numerosas imputaciones que arrastra, lo evidente es que ha vuelto a recuperar parte de su buena estrella a raíz de la sentencia del Tribunal Supremo que le rebajó la condena de seis años de prisión a sólo nueve meses. Las consecuencias de esta sensibilidad mostrada hacia el expresidente balear se han explicitado en que le han devuelto el medio millón de euros que restaban en caución de los tres millones que le impuso el juez Castro en 2010. Así, Matas recobra el control sobre su famoso palacete de la calle San Felio. Mientras continúan investigándose otras ramificaciones del caso Palma Arena, lo cierto es que ha quedado en condena muy menor una de las piezas donde los fiscales veían las cosas más claras y fácilmente demostrables.
Parece claro que pesa muchísimo en el Supremo haber sido un miembro con cara y ojos de uno de los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE. Es el caso de Matas, pero también del socialista Pepiño Blanco, que fue exonerado de toda responsabilidad por el "caso gasolinera". Otros no lo tienen tan sencillo. La Sala Segunda fue implacable con los exdirigentes de Unió Mallorquina, comenzando por la expresidenta del Consell, Maria Antònia Munar. Las sentencias decididas en Palma fueron prácticamente aceptadas en su totalidad por Madrid.
¡Qué gran diferencia entre el expresidente del Govern y la expresidenta del Consell! ¿Por qué a Matas le recortan un 88% de la pena, con lo cual se le aleja toda posibilidad de la prisión y de la fianza millonaria, mientras que a pequeños nacionalistas no se les perdona nada, aunque parte de las pruebas en su contra parezcan, en principio. muy endebles?
Tendrá que ser el paso del tiempo y la labor de los historiadores quienes aporten luz a la actual confusión. La ley no es igual para un exministro, por muchos perjuicios que le provoquen la retirada del pasaporte y una enorme fianza finalmente retirada, que para quienes no ocuparon cargos fuera de Mallorca, una isla que debe antojarse minúscula y extraña en los despachos del Tribunal Supremo.
¿Es el Supremo débil con los fuertes e implacable con los débiles? Esta pregunta rondará sobre la conciencia de no pocos mallorquines durante mucho tiempo.
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