OPINIÓN

Peligro de extinción cultural

Javier Matesanz | Jueves 17 de octubre de 2013
No hay pueblo sin cultura. Sin patrimonio, tradiciones e idioma(s) propio(s) con los que expresarse y comunicarse. Y por lo general es la artística la manifestación máxima de dicho acervo cultural, pues con sus diferentes lenguajes y disciplinas recoge el sentir de las gentes, sus costumbres, sus quehaceres, sus preocupaciones, miedos e ilusiones; sus recuerdos y sus ficciones. No hay pueblo sin arte. Aún no se ha inventado, y mira que lo intentan. Al primer revés, en cuanto vienen mal dadas, la cultura es siempre la que recibe primero. La primera víctima de la austeridad, el primer sobrante arrinconado en cuanto llega la moderación en el gasto público. Porque para según quien es un lujo prescindible, un capricho de época de bonanza. Aunque la foto no falte nunca en el centenario de Lorca o con la retrospectiva de Miró, porque esos son joyas del Patrimonio Nacional. Tesoros de la cultura española. Los de ahora, que aún no han demostrado nada ni tienen garantizados los réditos de la posteridad, esos que están vivos y cuestan dinero, pero sobre todo esos que piensan y crean en rojo, son faranduleros que quieren vivir de la teta. Y lo van a tener crudo, porque sigue vigente el peligro de extinción cultural, y a esta especie no hay quien la proteja. Al menos no mientras los gobernantes sigan cazando y disparen contra todo aquello que se mueva con tendencia a discrepar. Así van las cosas, y la Fira de Manacor, referente teatral de les Illes que este año cumple su mayoría de edad, sobrevive un año más haciendo juegos malabares – y porque Amengual es todo un prestidigitador y su público una garantía-, la infantil de Vilafranca mengua a tamaño fin de semana, la Quarterada de Santa Eugènia se evaporó este verano, el festival Alternatilla es un recuerdo cada vez más lejano, la presencia balear en Tàrrega ha sido testimonial, los premios Escènica de teatro y danza desaparecieron, el Bòtil y el Guillem d’Efak también – o aplazados sine die-, l’Art Jove languidece en la indigencia institucional…, y así podríamos seguir y seguir, pues el etcétera engorda a diario y no se le ven límites a su voracidad. En cambio, y esto es una observación y no una crítica, el Oktoberfest y la Feria de Abril siguen en pleno apogeo. Da que pensar, desde luego.  

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