Viernes 11 de octubre de 2013
La explosión de un generador eléctrico en Son Moix un día antes de que juegue en su césped la selección española constituye otro desgraciado golpe de imagen para una isla de naturaleza turística que, por pura necesidad, está obligada a velar por su prestigio prácticamente día a día.
Si fuese el primer golpe encajado, el accidente de Son Moix no pasaría de ser una preocupante anécdota con el nunca deseable balance de varios heridos. Pero este nuevo impacto negativo de cara al exterior es en realidad un eslabón más de la larga cadena de coyunturas traumáticas que se han engarzado con la marca Mallorca en los últimos tiempos.
La antaño Isla de la Calma ya es conocida por sus constantes calamidades de diferente índole y pelaje. Toda España ha comentado hace unas semanas la dislocación del consenso social a causa del conflicto lingüístico que ha producida una huelga de docentes y, como consecuencia, una enorme manifestación. A su vez , los últimos años han venido marcados por la asociación entre Mallorca y la corrupción. Centenares de polìticos han sido imputados, otros muchos condenados y algunos encarcelados, incluso sin sentencia firme. No se ha salvado del incendio ni la família real, tradicional visitante de la isla desde hace décadas.
¿Cuando se conseguirá superar esta ristra de impactos de desprestigio? ¿Cuando Mallorca se volverá a parecer en los medios de comunicación a este paraíso enclavado en el Mediterráneo, que es lo que desean tantos millones de personas que pagan para pasar aquí sus vacaciones?
Es muy importante que no hayan problemas técnicos en Son Moix durante la celebración del partido España-Bielorrusia. Ya sería lo último de esta espiral de desgracias. Mallorca ni es la tierra de los escándalos ni la tierra de los accidentes inexplicables. Es una sociedad seria, cohesionada y desarrollada. Es puro instinto de supervivencia defender estos valores.
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