Jaime Orfila
Jaime Orfila | Sábado 27 de julio de 2013
El calor ambiental aumenta la temperatura corporal y dificulta las acciones básicas para la vida. Los mecanismos de autorregulación necesitan mantenerse a 36,5 grados para realizar las funciones vitales y pueden claudicar cuando superamos los 40; situación nada extraña en determinados entornos y colectivos cuando entramos en una ola de calor de más de tres días como la que estamos sufriendo. A partir de este momento, especialmente en los núcleos urbanos, las ciudades se convierten en verdaderos hornos.
Hay que tomar precauciones a tres niveles.
Evitar la exposición solar prolongada de 12 a 17 horas y no realizar actividades laborales o deportivas intensas. Raro es el año en el que sin tener en cuenta esta premisa y sin una hidratación correcta no se produzca algún fallecimiento por golpe de calor en jóvenes y sanos. El desajuste de los mecanismos de regulación de la temperatura corporal es previsible, prevenible pero en muchos casos, una vez instaurada, es irreversible.
Los niños están constituidos por un alto porcentaje de agua, y dotados de unos mecanismos de regulación inmaduros. Unas pocas horas de exposición a temperaturas altas en locales cerrados puede provocar su fallecimiento. El ejemplo más común es el del niño olvidado unas horas en un coche a pleno sol.
En tercer lugar, las personas mayores, sufren disfunciones en los mecanismos de la sensación de la sed y se deshidratan por falta de aporte de agua. El cuadro se acentúa sin consumen fármacos con acciones anticolinérgicas como los antihistamínicos, antidepresivos o psicofármacos en general. En estos casos se comportan como incapaces de responder a las alarmas del organismo, son insensibles ante las situaciones de gravedad y el deterioro de la función renal es el inicio de un proceso responsable del aumento de la mortalidad general en los veranos que encadenan varios días de temperaturas muy altas.
Cansancio, dolor de cabeza, visión borrosa, mareo, debilidad, temblores, mucosa de la boca seca, tensiones bajas, taquicardia, pérdida de conciencia, convulsiones y coma conforman la secuencia común de síntomas y signos que, de no interrumpirse, acaban en fallecimiento.
Los mecanismos de prevención del calor, no por conocidos y simples, como el evitar exposiciones solares largas, permanecer el mayor tiempo posible en lugares frescos e hidratarse correctamente, son menos importantes o efectivos.
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