OPINIÓN

Europa en el laberinto

Emilio Arteaga | Martes 09 de julio de 2013
La primera definición de laberinto en el diccionario de la Real Academia de la Lengua es “lugar formado artificiosamente por calles o encrucijadas, para confundir a quien se adentre en él, de modo que no pueda acertar con la salida”. Una segunda definición es “cosa confusa y enredada”.

El nombre procede del edificio que, según la mitología griega, el rey Minos de Creta hizo diseñar al arquitecto Dédalo para mantener prisionero a Minotauro, su hijo mitad hombre mitad toro. El mismo nombre de Dédalo ha pasado al lenguaje común como sinónimo de laberinto. Cada nueve años los griegos del Ática debían enviar a Creta 7 adolescentes varones y 7 doncellas para ser inmolados por el Minotauro en el laberinto, como tributo de compensación por al asesinato de Andrógeno, hijo de Minos, en las montañas atenienses. En ocasión del tercer tributo, Teseo, hijo del rey Egeo, decidió ser uno de los destinados al sacrificio. Al llegar a Creta, la princesa Ariadna, hija de de Minos, se enamora de Teseo y le suministra una espada mágica, así como un ovillo de hilo, advirtiéndole de que ate el extremo a la entrada del Laberinto y lo vaya desovillando mientras se interna en el mismo. Teseo sigue su consejo, consigue matar al Minotauro y, siguiendo el hilo, regresar a la entrada sano y salvo, junto con el resto de jóvenes. Después se reúne con Ariadna y todos escapan de la isla con el barco en el que llegaron desde Atenas, sin poder ser perseguidos por la flota cretense, ya que antes habían horadado el fondo de sus barcos.

Lo menos que se puede decir de la política europea en estos momentos es que es confusa y está enredada. Las políticas de austeridad y recortes impuestas a los países rescatados, especialmente a Grecia, Portugal y Chipre, están consiguiendo exactamente todo lo contrario, hundirlos más y más. A nosotros, a España, que estamos semirrescatados, no nos va mucho mejor. Italia se acerca al abismo, Francia se tambalea, Bélgica y Eslovenia pueden ser los siguientes. Están destruyendo la más importante de las señas de identidad europeas, el estado del bienestar. Se están deteriorando, o desapareciendo, la educación pública gratuita y de calidad, las becas que posibilitan la igualdad de condiciones en el acceso a la enseñanza superior, la sanidad de acceso universal, la protección social a los dependientes, tercera edad y desempleo, los derechos de los trabajadores a la negociación colectiva, a la seguridad en el trabajo, etc. Y mientras tanto, se sigue dedicando ingentes cantidades de dinero a refinanciar los bancos, con el efecto perverso de que el dinero que los bancos reciben del Banco Central Europeo a un interés del 0,5 %, no lo dedican a dar crédito a ciudadanos y medianas y pequeñas empresas, sino a comprar deuda soberana de los estados endeudados, a un interés del 4 o 5 %. A corto plazo parece un negocio redondo, con el “pequeño” inconveniente de que la base de la economía real sigue estrangulada, pero si, como ya ha pasado en Grecia, llega un momento en que algún estado, verbigracia España, no puede pagar toda su deuda y se produce una quita, los bancos que tengan deuda de ese estado tendrán un soberano problema. No se conceden créditos a ciudadanos ni a empresas, cuando el riesgo de morosidad a corto o medio plazo de algunos estados, de los que sí se compra deuda, es muy superior. Las decisiones de los gobiernos, de la comisión europea y de los parlamentos son en muchas ocasiones desconcertantes, contradictorias y, en ocasiones, tragicómicas. En Chipre pretendieron hacer una quita a los depósitos de menos de 100.000 €, en flagrante contradicción con lo que siempre se había asegurado desde las instituciones europeas, para luego rectificar. En Portugal el tribunal constitucional anuló determinados recortes del gobierno, el ministro de economía dimitió “irrevocablemente” y al cabo de 5 días volvió al gobierno. En Grecia deciden cerrar la televisión pública sin previo aviso, uno de los socios de gobierno abandona la coalición y los dos partidos mayoritarios, con una mínima mayoría parlamentaria, rectifican parcialmente.

Y en política exterior el panorama es aún peor. A la sucesora de Solana como Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, título largo y rimbombante para un cargo con competencias mínimas, la Sra. Catherine Ashton, hay que reconocerle que ha conseguido hacer del dontancredismo político un auténtico modo de vida (europeo). El posicionamiento de la UE, o la falta del mismo, ante la guerra de Siria o ante la situación en Egipto son ejemplos de rabiosa actualidad de la creciente irrelevancia europea en el contexto de la alta política internacional. Y la lamentable actuación, mejor dicho, no actuación, de los gobiernos europeos y de la comisión en el caso del espionaje masivo de sus ciudadanos, rematada con el esperpéntico episodio de la retención del avión del presidente boliviano, con Francia, Italia y España creando un incidente diplomático absurdo y ridículo, demostrando un sometimiento indigno a las demandas de los Estados Unidos, no hace sino añadir otro despropósito a la lista.

Los políticos europeos están metidos en el laberinto, pero ni han conseguido matar al Minotauro, ni parecen disponer del hilo de Ariadna para poder encontrar la salida.

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