Malén Zoe Ortiz

Me toca escribir este miércoles 25 de diciembre: Navidad. Iba a expresar un montón de sentimientos relacionados con las fechas, la crisis económica, la decepción política y las ganas de irme al extranjero a vivir con mi hijo.

Pero ayer, Nochebuena, por la mañana estuve con Alejandro Zoe, el padre de Malén Ortiz, que sigue desaparecida. Sé, por experiencia propia, lo que duele una desaparición. Sobre todo en fecha señalada. Sé lo que se reza, lo que se pide, lo que te llena cada noche de miedo, pesadillas, terror y lágrimas. Por eso, este artículo es para Malén. Esté donde esté, si es por voluntad propia u obligada, también lo estará pasando mal. Si se ha ido, que lo diga y que sea feliz en su nueva vida, pero que no siga haciendo daño a los suyos. Si está secuestrada, no leerá esta columna, pero yo le pido a los dioses del bosque, a los que hacen que el lucero del sol invicto nazca el 25, les pido que le lleven paz. Mucha paz y esperanza. Si tiene suerte, un día todo habrá terminado. Solo la esperanza nos puede ayudar a sobrevivir en una situación dramática, horrorosa y cruel. Los que creemos en un Dios, en un Cristo, sabemos que el mensaje de Navidad es un mensaje de esperanza. El niño nace para redimirnos, para salvarnos. Yo creo en es mensaje eterno, como la vida. En esa esperanza, tan humana como todos los que son humanos, Los otros, esos que no lo son,

Recibirán su castigo. En eso creo. Aquí o en otra vida, pero creo en que el mal, cuando se manifiesta, como en este posible caso, lo hace sin piedad, sin medida, sin razón.

Si tienen un segundo, hoy o los próximos días, rueguen a sus dioses que ayuden a tantas y tantas personas que necesitan mucha esperanza, pero también muchas soluciones a sus mil problemas,

Les deseo que nunca tengan que pasar una Navidad sin saber