En una semana el fútbol de la Isla ha asistido perplejo a dos ejemplos de hasta dónde puede marcar un mal consejo la carrera de un deportista. Si a poco de llegar a Mallorca el nigeriano Lawal decidía volver al aeropuerto y abandonar al Atlètic Balears en uno de los momentos más importantes de su historia, pocos días más tarde Pereira hacía uso del Twitter para arrojarle una piedra al club que le paga. Tipos jóvenes, mal asesorados, escasamente preparados. Una combinación letal.
Inconcebibles desde un punto de vista ordinario los dos casos, el problema va más allá de futbolistas rebeldes que han tratado de imponer su estilo. Generalmente rodeados de palmeros y agentes que persiguen un beneficio personal, el perfil de deportista imberbe y acaudalado que se mete en líos no es nuevo. El problema es cómo gestionar el enredo. ¿Qué hace el Atlètic con un futbolista al que puso en el mapa del fútbol europeo, que prefiere viajar con su selección pese a no ir ni siquiera convocado y al que le queda un año de contrato? ¿Y qué hace Serra Ferrer con Pereira, que hace dos veranos renovó hasta el 2014? Una locura.
Hace mucho que los agentes tomaron el mando del deporte y que los clubes perdieron gran parte de su independencia, pero algunas situaciones parecen obscenas. Por el bien de Mallorca y Atlètic, creo que los castigos deberían ser ejemplares.
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