La decisión de la presidenta de la Comunidadde Madrid, Esperanza Aguirre de abrir la puerta a la libertad total de horarios comerciales, ha desatado rayos y truenos en Baleares, desde los que ven el final del comercio tradicional con esta medida, hasta los que encuentran que es absolutamente necesaria y mucho más en tiempos de crisis porque creará empleos y con ellos dinero para gastar.
Y así estamos, siempre con el mismo caballo de batalla: Las grandes superficies quieren libertad de horarios y los pequeños se oponen. Argumentos de todo tipo han sido escuchados a lo largo de los años, pero lo cierto es que abrir en domingos y festivos significa una ciudad viva, llena de gente que pasea, que mira y que siempre, por muy pequeño que sea, compra algo.
No están los tiempos para grandes alegrías, pero refugiarse detrás de los cierres echados tampoco me parece que sea la solución. Una ciudad muerta es la mejor opción para que los ciudadanos se concentren en los grandes centros de ocio y se olviden, tal vez para siempre, del comercio tradicional, que no se ha dado cuenta de que los tiempos han cambiado y que la adaptación es absolutamente necesaria para sobrevivir.
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