Categorías: OPINIÓN

La torta del Plan de Pensiones

Muy recomendable me pareció el artículo de Francisco Adame, catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de Sevilla, publicado en la revista digital “Taxlandia” del pasado 3 de septiembre -sí, no se sorprendan, los frikis de los impuestos también tenemos nuestras revistas y blogs de culto-, en el que hacía una reflexión sobre la reducción de los beneficios fiscales y la pérdida de tributaciones favorables en nuestro sistema impositivo.

Y dentro de lo que contaba, se detuvo en el análisis de unos productos de ahorro que tuvieron un gran impacto y éxito entre los contribuyentes por los beneficios fiscales que acarreaban y que, últimamente, están de capa caída como consecuencia de la supresión de esos beneficios. Me refiero a los Planes de Pensiones.

En los planes de pensiones, y en su efecto en nuestra Renta, debemos distinguir dos momentos esenciales: el de las aportaciones, y el de la recuperación del capital invertido a lo largo de muchos años una vez que se produce la contingencia de la jubilación.

Durante las aportaciones, y no me entetendré en que las mismas las haga el particular o la empresa, se produce una reducción de la Base Imponible del Impuesto en el importe aportado, con un máximo de 8.000 euros, de forma que hasta ese importe no se va a tributar -recuerda, pequeño saltamontes, qué si aportas más, desaparecerá en esa parte el efecto fiscal favorable-.

Pero el tema peliagudo llega en el momento del reintegro, ya que en ese momento se tributa no solo por el beneficio sino también por el capital ahorrado que te devuelven -sí, ya lo sé, algún economista que conozco ya estará diciendo “claro, es que te lo has deducido…”-, pero es que no tributas como renta del ahorro, a un tipo fijo entre el 19% y el 23%, si no que tributas por todo el importe como renta del trabajo, al tipo marginal que corresponda, que, por si alguien se ha olvidado, a partir de 60.000 euros es el 45%.

Frente a eso, en la regulación anterior, todo lo que recibías tenía una reducción directa del 40%, que no pagaba ni un euro, ya que se consideraba -correctamente- que lo recibido eran rentas irregulares.

Dicho de otra forma, si te jubilas y recuperas el plan de pensiones en forma de capital, ese año tendrás que llevar a tu renta todo lo que te paguen, importe del cual Hacienda, tu eterno socio en las ganancias y nunca en las pérdidas, te pedirá amablemente que le entregues hasta el 45% de lo que has recibido, lo que hace necesario que antes de decidir si cobrar en forma de renta o de capital, o cuando cobrar, se deba planificar y estudiar bien los efectos impositivos para evitar sorpresas desagradables, de esas que nadie te avisa hasta el fatídico mes de junio.

Como recordaba Adame, el actual formato de la tributación de estos activos no cumple el objetivo de incentivar el ahorro previsional a largo plazo como complemento al sistema público de pensiones, habiendo perdido completamente el sentido para el que fueron diseñados; y tampoco podemos olvidar que son sistemas alternativos que pueden aliviar nuestro ya preocupante sistema de pensiones pero que, llegado el momento de la jubilación, a los problemas y miedos que se generan para el que deja el trabajo activo no deben añadir otros.

Como es habitual en esta columna, para despedirme siempre hago referencia a alguna película que me viene a la cabeza con lo escrito, y, fiel a la tradición, en este momento no me puedo olvidar de la genial película de Paco Martínez Soria, “Estoy hecho un chaval” (Pedro Lazaga, 1976), en la que interpreta a un contable que, a los 65 años, recibe con alegría la noticia de que va a ser padre de nuevo, junto con la no tan agradable noticia de que la empresa donde trabaja desde hace cuarenta años decide jubilarlo, lo que le lleva a un sinfín de peripecias.

Imagínense que, además de todo, Hacienda le trae otro “pan bajo el brazo” consistente en que debe pagar la mitad de lo que ha aportado durante esos cuarenta años a su plan de pensiones… pues eso, “un pan como unas tortas”.

Jorge Sáinz de Baranda

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Jorge Sáinz de Baranda

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