Ayer, domingo, dicen los medios de comunicación que 1.500 personas se manifestaron por Palma en contra
de la reforma laboral que ha aprobado el Gobierno de Rajoy. En una isla con bastante más de 500.000 habitantes, con más de cien mil parados, y con la casi totalidad de la población pasando dificultades económicas de algunas clase, reunir sólo 1.500 voluntarios que quieran protestar contra la reforma laboral me parece más bien un fracaso radical, atroz. Por no estar, ni siquiera estaban todos los estómagos que viven del corrupto sistema de subvenciones a la actividad sindical, que mantiene a miles de personas. Y esto, esto es mucho más grave.
Ustedes verán: el acuerdo tácito con el ejército que pulula por el entorno sindical es que ellos cobran
pero después tienen que protestar para hacer como que todos estamos detrás de la pancarta. No hacerlo, como ocurrió ayer, es otra muestra del aburguesamiento del movimiento sindical. Si no luchan por sus privilegios, corren peligro.
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