Hace unos años, en el debate anterior a las elecciones del año 2015, Pedro Sánchez le dijo a Mariano Rajoy que no era decente, que por cierto finalmente se demostró que era verdad. El líder socialista reconoció cuatro meses después que pudo “haber utilizado otra expresión” cuando criticó a Rajoy por los casos de corrupción que afectaban al PP. Pues bien, el presidente del mismo partido que exigió denodadamente esas disculpas, ha llamado al actual presidente: traidor, felón, ilegítimo, mentiroso compulsivo, ridículo, irresponsable, desleal, ególatra, golpista, incapaz, desleal e incompetente, entre otras lindezas, sin que haya tenido, ni por asomo, la decencia, la vergüenza de disculparse. Y no se ha quedado ahí, le ha comparado con un narcotraficante y con cualquier otro delincuente.
Desde hace mucho tiempo la derecha política: a) cree tener una especie de bula para seguir unos principios y unos códigos de comportamiento distintos a los de la sociedad civil, b) ha hecho de la mentira y del insulto la manera permanente y cotidiana de relacionarse con el oponente político, y c) ha logrado que la sociedad lo haya dado por bueno.
Mientras que hay un código de comportamiento cívico que está en vigor en general en todos los ámbitos de la sociedad, en el profesional, en el académico, en el laboral, en el personal, parece que deja de estar en vigor en cuanto se irrumpe de la mano de la derecha en la política. Lo que en ningún otro ambiente de la sociedad española se permitiría, en el ejercicio de la actividad política de la derechona (la derechona es la derecha que usa el insulto como estrategia) es la moneda común.
La existencia real de dos códigos morales, uno para la sociedad y otro para la política, es una de las cuestiones que más daño le está haciendo a la propia política; otra es que están más pendientes de mirarse al espejo de su propia mezquindad que de asumir responsabilidades que, como dos y dos son cuatro, sobrepasan su inteligencia, su capacidad.
Ha pasado siempre con la derecha. Pero ahora el desatino, la insensatez, el disparate se han depreciado, se han denigrado tanto porque los protagonistas que participan en política tienen un nivel intelectual, ético y cultural francamente muy bajo, mucho, muchisimo más bajo que el de sus antecesores. Va de mal en peor, suena peor porque se están cargando mucho las tintas (no saben hacer otra cosa) y porque procede de personas que en principio no te ofrecen la más mínima sensación de confianza, ni de credibilidad, ni de solvencia.
La derecha lleva enlazando un repertorio de tonterías que la están alejando del electorado. Y no debería olvidar que si ahora la izquierda, prácticamente toda la izquierda, ganadora de forma legítima de las elecciones democráticas, quiere cambiar ciertas leyes, está en todo su derecho.
Porque, a ver, ¿es que sólo puede gobernar la derecha en este País? Porque si las movilizaciones callejeras que propone ahora la derecha van a sustituir a las urnas, será cuestión de agenciarnos unas buenas trompetillas, unos buenos tambores y a ver quién hace más ruido.
Pretender articular una oposición de guerrilla rabiosa con manifestaciones, insultos y broncas contra todas y cada una de las iniciativas de la mayoría elegida democráticamente, solo ayudará a la derecha a eternizarse en la oposición, y les convendría recordar que es mucho más duro ser oposición que ser gobierno.
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