Fiscal 007, al servicio de Su Majestad

MARC GONZÁLEZ. Obviemos que, en este país, como rémora medieval, la justicia se administra en nombre de S. M. el rey (¿una eventual condena de su hija, también?). Convengamos que Horrach se está ganando a pulso la Cruz de San Raimundo de Peñafort y hasta la de Isabel la Católica con sus servicios a la Corona, que salvo a él, sonrojan a todos los españoles no lectores habituales del ABC.

El recurso del fiscal, apoyado expresamente por la Casa Real –tiene cojones, el tema-, es un canto al plusquamgarantismo y a favor de la presunción de inocencia, un alegato contra el daño que una imputación causa en la honorabilidad del ciudadano, aunque sólo si ese ciudadano es hija del monarca.

Porque, aquí, lo estrambótico del asunto es que justamente en esta fiscalía anticorrupción de nuestra comunidad es donde ha proliferado la política de las imputaciones urbi et orbi de cuantos ciudadanos pudieren supuestamente haber tenido una relación con otros supuestamente implicados en causas de presunta corrupción. Dicho de otro modo, si se trata de plebeyos, los más mínimos vestigios de que se pasaba por allí han sido suficientes para imputar –y mantener imputados, en el mejor de los casos, largos meses- a decenas de ciudadanos que luego no aparecen siquiera mencionados en las conclusiones de los respectivos juicios. Por si acaso. Así, han declarado en otras causas como imputados, desde personas cuyo único “delito” había sido organizar excursiones para asociaciones de vecinos –por si, en esas excursiones, se hubiere podido arengar políticamente a los excursionistas-, hasta trabajadores a tiempo parcial con sueldos de 400 euros mensuales, pasando por personas cuya ofensa jurídica radica en haber tomado un taxi –uno- con cargo a los fondos de un partido.

Ahora bien, cuando se trata de hijos de reyes, hombre, la cosa es distinta, porque en este caso la discapacidad sensorial de los susodichos impide que hayan sabido nada de lo que su cónyuge pudiera haber chorizado. No es que no tuvieran por qué saber, es que tienen que “no saber”. Es irrelevante y un mero indicio sin importancia si Cristina era miembro y secretario de la junta de Noós, o si era consultada habitualmente por su esposo, o si es socia al 50% de la sociedad mercantil Aizoon, cuyos trabajadores le prestaban servicios domésticos, o si los beneficios de los negocios del deportista les permitieron adquirir un palacete de 6 millones de euros.

¿Cuándo les ha preocupado a ustedes que su propio o propia aparezca un día y les diga que ha comprado un chalet en tó lo alto de Son Vida? Son cosas de lo más normal. No voy a ser tan cotilla como para preguntarle a mi marido si juega compulsivamente a las maquinitas, como los chinos, o si le ha tocado una primitiva. Hay que dejar espacio a los cónyuges.

Lo último es lo de la retirada del pasaporte del Em-palma-do, que Horrach no se plantea ni solicitar al juez Castro, porque es evidente que quien se está enfrentando a una posible condena de varios lustros no se va a ir a un país con el que no tenemos convenio de extradición sólo para sustraerse a la acción de la justicia. Hasta ahí podríamos llegar. ¿Por qué iba a hacer tal cosa, siendo el yerno del rey? Lástima que el rey no tenga, como Bin Laden, decenas de hijas, porque ello hubiera permitido que muchos imputados por asuntos de pocos miles de euros no hubieran de entregar su pasaporte en los juzgados.

Sugiero una modificación del Código Penal en materia de medidas cautelares, que rece más o menos así: “Será retirado el pasaporte al imputado que, no siendo pariente del rey por consanguinidad o afinidad,...”

Después de leer el Interviú, nada me extraña ya. El estado y sus alcantarillas van a hacer todo lo posible para que aquí todo siga atado y bien atado, como premonitoriamente dijo el jefe del estado que designó heredero, a título de rey, al actual, luego de haberle jurado fidelidad a él y a los principios fundamentales del Movimiento Nacional. Casi ná.