Felicidades abuelos

He de reconocer que en mi familia nos sentimos muy afortunados. Nuestros hijos están disfrutando de sus cuatro abuelos y los han sentido tan cerca como a nosotros, sus padres, desde que nacieron. Cuando era niño, no tuve la oportunidad de vivir cerca de mis abuelos, las circunstancias obligaban, mis padres aterrizaron en Mallorca el uno de la mano del otro y dejaron en Navarra a toda su familia. Eso sí que es abandonar la zona de confort y luchar por el futuro confiando ciegamente en tus fuerzas. Nuestra infancia fue maravillosa, feliz, y mi hermana y yo nunca nos sentimos solos. Nos teníamos los cuatro. ¡Qué recuerdos! De este modo, además, cuando los abuelos venían a visitarnos o nosotros marchábamos al pueblo, la experiencia era mágica. Cada travesía Palma-Barcelona-Palma nos parecía un crucero; cada parada en cualquier área de servicio de autopista, un alto en esa excursión largo tiempo esperada; y cada día con primos, tíos y abuelos, un auténtico regalo. Imposible borrar estas remembranzas.

Ahora la situación es bien distinta. Mi santa esposa y yo tenemos la suerte de contar con la compañía y la ayuda de nuestros padres; y nuestros hijos, tienen el privilegio de disfrutar de los consejos, de los mimos, de las enseñanzas, del humor y de la sabiduría de sus abuelos. Espero que al ir sumando primaveras vayan tomando conciencia de lo afortunados que son. De momento, nosotros, sus padres, hacemos bien reconociendo públicamente una impagable deuda de gratitud para con ellos. Queridos abuelos: gracias de todo corazón por toda la ayuda, por todo el apoyo y por todo cuanto hacéis por nosotros. Sin vosotros todo sería mucho más complicado. ¡Qué se lo digan a mi hermana! Ha formado una maravillosa familia en Barcelona y sabe lo que es organizar lo imposible y siente lo que es no poder tener ese abrazo o ese beso cuando uno más lo necesita. No obstante, también sabes que aun al otro lado de este pequeño charco, seguiremos teniéndonos los unos a los otros…siempre.

Además, ocurre una cosa muy curiosa con los abuelos. Conforme crecen nuestros hijos, nos encontramos confirmando y corroborando de forma sistemática, una tras otra, todas y cada una de las enseñanzas, claves y normas que de niños recibíamos y cuestionábamos de nuestros padres. Nos encontramos infinidad de veces repitiendo en voz baja (y no tan baja) aquello de “¡pero cuánta razón tenían!”. Y ¡cuánta razón siguen teniendo! Porque si tenemos la suerte de disfrutar de ellos, reconozcamos que no hay mejores guías. Ellos ya han pasado por este camino, saben de los peligros y de los riesgos y quieren lo mejor para nosotros. Además, sin preguntar, sin pedir nada a cambio, son capaces de anular cualquier plan por atractivo que sea, cualquier comida o cena, solo por nosotros y por sus nietos. Nada puede pagar lo que hacen cada día por nosotros.

Es cierto que, por desgracia, ha llegado ya algún sobresalto, algún susto. Salud, divino tesoro. Y del mismo modo que nosotros os sentimos siempre cerca, queremos que vosotros nos sintáis cerca a nosotros. No se trata de devolver una ínfima, ridícula y mínima parte de lo que vosotros habéis hecho por nosotros. Se trata, simplemente, de aplicar lo que vosotros nos habéis inculcado. Nos habéis enseñado a querernos, respetarnos, ayudarnos y a no fallar a quienes nos lo han dado todo; se trata, en definitiva, de contestar con amor a todo el amor sin condiciones recibido.

Para terminar, me gustaría señalar que estas líneas cobran sentido en una semana en que mis padres cumplen años. Y qué mejor manera de desearles un feliz día que recordándoles cuánto les queremos y cuánto les admiramos. Va por vosotros, por mis suegros y por todos esos abuelos que tanto bien hacen y que, en muchas ocasiones, no acertamos a valorar en su justa medida. Por favor, espero podáis perdonar nuestra ignorancia y nuestra ingratitud. Muchas gracias por continuar estando siempre ahí y…Felicidades abuelos.