Un destino turístico de primer orden que se precie de serlo y de aspirar a atraer un turismo de calidad y mayor poder adquisitivo, no puede ofrecer un transporte público deficiente a sus visitantes y quejarse a la vez de que estos prefieran optar por el alquiler de vehículos, lo que satura las carreteras y los accesos a las ciudades, ya de por sí bastante congestionadas. Las imágenes de largas colas de turistas y residentes esperando en las paradas de taxis, para tomar uno que les lleve a su destino, no es admisible. Está claro que vivimos una temporada turística record, con gran afluencia de público, pero no es algo que fuera imposible de prever. Lo normal es que la Administración actúe a tiempo y de acuerdo con los profesionales del sector, arbitre las licencias estacionales que se estimen necesarias para dar salida a los picos de demanda existentes. De no actuar con previsión reforzando las líneas de transporte público colectivo y los taxis, luego no vale lamentarse de la saturación en las carreteras por la proliferación de más coches de alquiler sin conductor. Y se trata de actuaciones que no requieren gran inversión pública ni que sean de imposible previsión, sino que se trata de prever los flujos de personas y sus necesidades de movilidad. No es tan difícil. Tener las paradas llenas de público esperando durante mucho tiempo para poder tomar un taxi no es una opción.
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