No tengo nada contra Miguel Montes, el hasta ahora recluso más antiguo del sistema penitenciario español. No me parece mal que el Gobierno lo haya liberado, tras 36 años en la cárcel. Pero, de ahí a los semi homenajes que varios medios de comunicación le han ofrecido, en las entrevistas que se publicaban ayer, va un trecho.
Montes estuvo en la cárcel condenado por la comisión de una larga lista de delitos encadenados. Dice en las entrevistas en la prensa que perdió su vida, como dando a entender que la sociedad tiene algo que ver en ello. Pues no: Montes robó en varias ocasiones, huyó de la prisión en otras tantas, y de esta forma estuvo constantemente encadenando condenas.
A mí me parece bien que un delincuente, y mucho más un delincuente reincidente, pague su condena en prisión. Y no me parece bien que los medios de comunicación trasmitan la sutil impresión de que aquí ha habido algo injusto. Montes no estuvo ni un día sin condena dictada por un tribunal. Y él mismo reconoce haber delinquido en numerosas ocasiones. Las cosas en su lugar.
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