La transición de la “nueva” Unió Mallorquina a la realmente nueva Convergència per les Illes es traumática y todo menos fácil. No es un mero cambio de siglas, ni un simple disfraz de Carnaval para el 22 de mayo. Nadie quiere asumir las deudas de un partido que repartió muchos dividendos, en forma de favores, trabajo, revalorizaciones y dinero ‘cash’. Incluso el último presidente se desentiende de UM: dice Josep Melià que “ya no forma parte de mis preocupaciones” y que la posible fianza por corrupción (de idéntica cuantía a la última civil impuesta a Jaume Matas) “no me incumbe”. Las sorprendentes declaraciones del todavía diputado autonómico y portavoz parlamentario del partido a punto de disolución, no pueden ser más que consecuencia de una enorme decepción personal por cuanto se frustran todas sus aspiraciones políticas. Alejado de toda lógica, es muy significativo que ni el hasta hace unos días líder de los nacionalistas/regionalistas no quiera saber nada de la formación que nació cuando él era un niño, ni de sus casi 30 años de historia(s), desde que lo fundara Jeroni Albertí y que, después, Maria Antònia Munar convirtiera en la bisagra que lo mismo abría una puerta hacia un lado, como hacia otro. Y eso que precisamente gracias a los votos de UM –no está de más recordarlo, como hace el PP– el PSOE preside las tres principales instituciones de las Islas (Govern, Parlament y Consell de Mallorca) y gobierna en numerosos ayuntamientos, empezando por el de Palma. Ni Melià sabe cuántas personas quedan aún en UM, ni qué pasará con los muebles de la sede. Él explica, desbordado por los acontecimientos, que ya se ha dado de baja y que ni le consta, ni le importa si el secretario general, Joan Monjo, o alguien, asume lo que allí se hizo durante años y las exequias del difunto partido. Aunque dice estar bien de ánimo, su tono de voz, sus respuestas y su mirada, indican lo contrario en el que todavía tiene previsto ser candidato en menos de 80 días y que cuando se vuelva a sentar en el Parlament será, formalmente, un tránsfuga. El líder de la nueva Convergència (no Conveniencia, como algunos ya pretenden bautizar al heredero de un partido de intereses) tiene multitud de preocupaciones y frentes abiertos. Melià admite haber pensado en tirar la toalla en alguna ocasión y está por ver si aguantará y si no le imputará ningún fiscal, porque últimamente no se le resiste nada a Pedro Horrach, como hace tiempo le sucedió a Joan Carrau, y está por ver si Miguel Ángel Subirán querrá asumir igualmente tanto protagonismo como los otros dos anticorrupción. Y, mientras, la documentación para revisar por unos y otros casos abiertos en los últimos años se acumulan en algún lado sin que haya capacidad, ni en siglos, de analizar todo lo requisado, así que casi habría añadir que ¡menos mal! que existen trituradoras de papel y que en UM las utilizaran habitualmente. Y QUE APAGUEN LA LUZ. Convendría que alguien de la Fiscalía llamara a UM y pidiera que el último en abandonar la sede no sólo cerrara la puerta, sino que apagara la luz, porque si todos se desentienden y al precio que está –y las eléctricas ya nos advierten que aún seguirá subiendo más las tarifas- entre todos tendremos que pagar una factura todavía mayor por desmanes ajenos.
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