Categorías: OPINIÓN

El síndrome de la agenda en blanco

Este domingo publicaba mallorcadiario.com una entrevista, ya no interesante sino imprescindible, al prestigioso psiquiatra Miguel Lázaro, quien semanalmente nos ilustra a través de sus columnas en este digital sobre las consecuencias que está provocando el coronavirus SARS-CoV-2 en el cuerpo humano, más allá de la propia infección viral.

El titular de la entrevista no podía ser más contundente: “Estamos sufriendo dos pandemias: la del COVID y el deterioro de la salud mental”. Con ello, Lázaro sitúa al mismo nivel de importancia las consecuencias de contraer la enfermedad del coronavirus con el menoscabo psicológico general derivado de la pandemia. Y es que, bien mirado, el COVID afecta a quien se ha infectado, sin embargo, la ansiedad y la depresión provocadas por la situación actual tienen mayor alcance en la población.

No somos máquinas, y es harto difícil que a uno no le afecte la incertidumbre ante la evolución de la pandemia, el miedo al contagio y a perder seres queridos, la crisis económica o, como yo lo llamo, el “síndrome de la agenda en blanco”, que es la imposibilidad de socializar más allá de las redes sociales, el no poder celebrar encuentros con familiares y amigos, la paralización de las actividades lúdicas y deportivas, poder viajar, la libre circulación sin límites... La pandemia ha hecho que cada día sea igual al anterior e igual al posterior, una suerte de día de la marmota. Excepto cuestiones laborales y onomásticas, nada más se puede anotar en la agenda en estos momentos.

Errónea y frecuentemente, muchos ponen menor foco de atención en las enfermedades mentales frente a las ‘físicas’ como si éstas fueran una cuestión de debilidad personal. La ansiedad o la depresión tienen más estigma social que no por ejemplo una cardiopatía o un cáncer, y es por ello que muchos enfermos prefieren esconder su diagnóstico. Nos falta pedagogía a nivel general.

Hay que enfrentar la situación tal como es y no esconderla, dar visibilidad. El nivel de consumo de ansiolíticos se ha disparado como atestigua cualquier farmacéutico con quien se hable, y las enfermedades mentales tienen un efecto directo en las relaciones sociales de las personas, en su rendimiento laboral y, por supuesto, un impacto sobre el propio cuerpo humano.

Es necesario que quien tiene autoridad en la materia, como es el caso de Lázaro, alce la voz para que a quien le corresponde tome consciencia que no estamos ante una situación colateral o un “efecto secundario” sin importancia. Cabe desear que las fundamentadas palabras de Miguel Lázaro y todo el colectivo de psiquiatras no caigan en saco roto y las autoridades sanitarias emprendan acciones transversales para paliar esta otra gran crisis sanitaria que puede tardar muchísimo más en solucionarse.

Francesca Jaume

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Francesca Jaume

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