El drama de no encontrar colegio

Algo falla, está claro. Que esta semana unas familias se sietan como Rafa Nadal después de haber ganado su décimo Rolland Garros, y otras como el RCD Mallorca después de haber bajado a Segunda B, es síntoma que el sistema educativo de nuestra comunidad provoca muchos sinsabores. Algo falla, está claro. Que esta semana unas familias se sietan como Rafa Nadal después de haber ganado su décimo Rolland Garros, y otras como el RCD Mallorca después de haber bajado a Segunda B, es síntoma que el sistema educativo de nuestra comunidad provoca muchos sinsabores.

El papel lo aguanta todo, y podríamos describir aquí mil proyectos o propuestas para mejorar el sistema de elección de escuela por parte de los padres y madres, aunque lo cierto es que este problema persiste con el paso de los años.

Las cuestiones, muchos de ellas de carácter sociológico, que deberían de resolverse para atacar de raíz el problema podrían ser:

• ¿Por qué las escuelas concertadas, en las que los maestros y profesores no han pasado por unas oposiciones, copan sus plazas más rápido?

• ¿Por qué se no favorece la movilidad de las familias?

• ¿Por qué a casi todo el mundo le gustaría ir a los colegios privados si económicamente pudieran permitírselo?

• ¿Por qué no se ponen los elementos necesarios para que escuelas de barriadas humildes gusten también como opción?

• ¿Por qué la mayoría de los padres que eligen escuelas privadas o concertadas lo hacen con el argumento de los “valores educativos” de las mismas en contraposición con los de las públicas?

• ¿Por qué hay padres que se arriesgan a realizar una falsedad documental o a presentar una ficción (lugar de empadronamiento) con tal de poder acceder a una escuela en concreto?

Corresponde a los dirigentes ordenar los recursos de manera idónea para que la educación pública sea una opción tan deseada como la privada, y, sin embargo, vemos que a la praxis eso no es así. Muchos padres están en estos momentos preocupados -por llamarlo de alguna manera- por el hecho de que sus hijos tengan que ser escolarizados en centros públicos. Y eso, a pesar que los maestros de la escuela pública han demostrado su capacidad en un proceso público de selección.

El nivel del profesorado no suele ser uno de los argumentos esgrimidos por parte de los padres a la hora de realizar sus preferencias. Lo son más el tipo de valores que se muestran en el centro (solidaridad, religión, disciplina, urbanidad…) y el entorno social del resto del alumnado.

Es del todo razonable que padres que se esmeran en la educación de sus hijos quieran evitar centros con muchos alumnos cuyos padres no le dan valor alguno a la educación. (Existen alumnos que comparecen tres veces al año al colegio, y suele coincidir con el día en que Servicios Sociales se está paseando por el poblado). Y eso, no es problema de las escuelas.

El sistema educativo por el que se ha optado, en el que se combina la escuela pública, la escuela concertada y la escuela privada, no ha hecho sino demostrar las carencias de la educación pública, sin que ello sea imputable a los profesionales que trabajan en los centros.

Si no se quiere cambiar este sistema y pasar a un estado más liberal en el que la carga impositiva baje y cada uno se gestione los dineros de manera particular, hay que procurar que la educación sea una materia transversal en todas las áreas de gobierno, porque de otra manera no será posible eliminar esta diferencia entre escuelas, diferencia que provoca la carrera enloquecida de los padres por encontrar unas escuelas y evitar otras.