Categorías: OPINIÓN

El amor: Aún, encore

Cuando un amigo me contaba que su vinculo afectivo estaba soportando un gran test de estrés. Que le dolían los cojones del alma. Me lo imagine como cuando en la autopista de la vida, de repente, tienes que afrontar una cap de fiblo, bajando por Sa Calobra, sin frenos, el móvil sin batería, no te puedes parar , tienes que seguir conduciendo y el cerebro esta ahogado por un tsunami de adrenalina.

De repente has pasado de ser un flautista de Hamellin a un vulgar perroflauta, como dice Mago More.

En el amor hay un adverbio: aun, aún, lo mismo aun, lo mismo que nunca es suficiente, aun como hoy, aun como ahora, aun mas, y aun. Estas palabras llenas de magia que recientemente había leído en un libro del psicoanalista italiano Máximo Recalcati (en su magnífico libro: Ya no es como antes. Elogio del perdón en la vida amorosa), alumbraron mi mente, sin saber porque.

No se las dije, pero si me las dije.

El nunca había ido a Sa Calobra. El tiene un barco pero es su mujer quien hasta ahora conducia.

Y pensé en el juego que dan los adverbios y las preposiciones en la narrativa de la vida: todos estamos entre un ex pero y un todavía.

Aun, encore.

Aunque el alma esta rota. La vida sigue. Esa es nuestra tarea.

Cuña terapéutica (la leche derramada)

Un viejo granjero de Inglaterra tenía una granja lechera. Estaba hablando con el nuevo mozo que recientemente había llegado a su granja para ayudarle con las vacas como parte de su rehabilitación después de haber resultado herido. El mozo había estado aprendiendo distintas tareas. Estaba preocupado porque había derramado leche de la mantequera así que intentó limpiar el suelo con la manguera. Cuando el granjero pasó por ahí encontró al inexperto mozo mirando desesperado el inmenso charco blanco que había creado. “Ah, ya veo que problema tienes” dijo el granjero. “Cuando el agua de mezcla con la leche todo parece lo mismo, si has derramado medio litro de leche parecerán 5. Y si has derramado 5 litros parecerán ese lago en que te encuentras” “El truco consiste simplemente en encargarse de la leche derramada. Déjala correr y limpia lo que quede con el cepillo empujándola hacia el sumidero; y solo entonces cuando el suelo esté suficientemente limpio puedes lavarlo con la manguera”.

A veces nosotros mismos nos “ponemos peor” a través de lo que añadimos con nuestras interpretaciones de la realidad. No conviene añadir gasolina al fuego.

Ah y recuerden: aun, aquí y ahora que estamos en derrota pero nunca en doma.

Miguel Lázaro

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