Diez meses sin tren y toda la vida sin gestores

El 19 de mayo pasado un tren de la línea de Manacor chocó con un muro que había caído sobre la vía férrea, provocando varios heridos. Ayer, tras diez meses, el servicio se reanudó, aunque las obras aún continúan. Los datos son absolutamente reveladores de la situación de nuestra administración autonómica: se han necesitado diez meses para resolver un problema de los que cualquier empresa ferroviaria del mundo padece que cierta frecuencia y soluciona en unos días. Madrid, Londres, París o Berlín jamás hubieran podido estar más de una semana sin trenes por un problema relativamente menor. Hasta el servicio que va al Machu Pichu, en el tercermundista Perú, interrumpido por un deslizamiento de tierras hace algo más de un año, fue restaurado en dos semanas, nueve meses y medio menos tiempo que el necesario en esta Mallorca primermundista. La Unión Europea, consciente de que el Estado no tiene por qué dar servicios ferroviarios, que no tiene por qué tener mecánicos ni maquinistas en nómina, está introduciendo en Europa la privatización de la gestión de los servicios, que no de las políticas. Pero aquí no. Aquí no sólo no avanzamos en el sentido de la eficacia, sino que hacemos oposiciones para mecánicos preguntándoles sobre la Constitución, para que puedan entrar definitivamente en una empresa pública en la que, todos lo sabemos, al día siguiente de tener confirmada su plaza, bajan el rendimiento a la mitad. Nuestro problema no es que no sepamos hacer un muro en una semana, nuestro drama es que nuestros gestores no han entendido nada de cómo va el mundo hoy: son reliquias del siglo pasado, son vejestorios intelectuales, van con el Boletín Oficial en la mano. No ven que con el régimen funcionarial no arreglamos nada, que sólo consolidamos el caos, que esto no tiene ninguna utilidad, salvo colocar a conocidos y amigos.