Categorías: OPINIÓN

Diario de un confinado: Una hora menos

Pasado el impacto de los primeros días, la pasada semana había conseguido ya diseñar, con precisión milimétrica, una serie de rutinas diarias en casa que me permitían llenar todas las horas del día con distintas actividades, aunque no todas igualmente gustosas y placenteras. En alguna ocasión, hasta me había faltado un poco de tiempo para poder cumplir con todo el «planning» previsto a lo largo de la jornada. Esa puntual falta de tiempo parecía que se iba a acentuar aún un poco más este domingo, con el tradicional cambio de hora veraniego.

Al irme a dormir el sábado, sabía que al día siguiente tendría una hora menos para poder llevar a cabo todas mis planificadas actividades diarias, pero aún no había decidido qué cosas tendría que acortar o tal vez suprimir. Al despertarme, opté por ducharme un poco más rápido y por hacer luego un desayuno algo más ligero, evitando los huevos fritos con patatas y bacon. Ahí gané ya unos quince minutos. Poco después, decidí no ver entera la tradicional rueda de prensa del doctor Fernando Simón, ese anacoreta de lo textil, como lo define mi buen amigo Pere. De ese modo, gané diez minutos más.

A lo largo de la mañana mantuve, sin embargo, otras actividades cotidianas sin ninguna variación, dedicando el tiempo habitual a limpiar la casa, escribir un poco, jugar con mi osito de peluche —no tengo mascota—, pasear desde el cuarto de baño a la sala de estar y viceversa una treintena de veces, mirar las decenas de «memes» que me mandan cada día, hacer «zapping» con fruición y estar tumbado en la butaca sin hacer nada. Esto último fue, sin duda, lo más agotador del día.

Llegada ya la hora del almuerzo, seguí una táctica parecida a la del desayuno, evitando en este caso comer mis dos o tres postres habituales, pero ahí sólo gané apenas cinco minutos. Por ello, tuve que tomar entonces una decisión dura y radical, no hacer la siesta. Como mis siestas suelen durar a veces casi dos horas, no hacerla ayer me permitió no sólo recuperar los treinta minutos que aún me quedaban pendientes, sino además ganar casi sesenta minutos más. Tras leer un poco, ver varios tutoriales y escuchar algo de música, que es lo que suelo hacer ahora cada tarde, opté por jugar de nuevo con mi osito de peluche en esos casi sesenta minutos inéditos que me sobraron finalmente.

Josep Maria Aguiló

Nacido en Palma en 1963. Licenciado en Filosofía por la UIB. Periodista y escritor. Mi último libro publicado es 'El retorno de los duendes'. Además de redactor en mallorca diario.com, colaboro también en Última Hora y El Debate.

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