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Desapacible

Uno de los ejercicios más delicados del arte de escribir consiste en la localización de los adjetivos adecuados al texto que se pretende relatar literariamente. No es, ésta, tarea nada fácil; requiere un alto grado de atención, una fuerte capacidad de retención de léxico y un punto de azar que consiga colocar la palabra exacta dentro de la construcción gramatical. Evidentemente, el lector nunca o casi nunca discernirá si el adjetivo expuesto es el único posible; porque, realmente, el abanico de sinónimos se presenta tan elevado y diverso que solamente la casualidad podría señalar un adjetivo ganador.

En este sentido, escribir es una fiesta. La soledad del escritor de fondo. La persona que relata algun hecho concreto o se dedica a la mera descripción de lo exterior se encuentra aislado entre su mente y la mecánica que debe transmitir sus pensamientos. Antes, en tiempos no demasiado pretéritos, los tres elementos fundamentales para completar una escritura eran, simplemente, el cerebro del ejecutante, un papel y una pluma, con su tinta correspondiente, claro. Hoy en día, la utilización del cerebro sigue siendo básica y necesaria; y en cuanto a la mecánica, en lo esencial, no ha variado en demasía, substituyéndose el papel y la pluma por un esquemático teclado de ordenador (previo paso anterior por una ya caduca máquina de escribir) y una pantalla que muestra, en tiempo real, los caracteres “impresos” en ella. Creo que es importante destacar que, desde este punto de vista, la liturgia de la escritura no ha sufrido cambio alguno –más que el mecánico, insisto- y es un cambio notablemente inferior al que se ha producido con la electricidad, la medicina o la tecnología punta aplicada a miles de conceptos industriales.

Valga este sofisticado preámbulo para justificar la dificultad que se me ha presentado a la hora de escoger un titular para este papel que tienen ustedes en la pantalla: un servidor quería encontrar el adjetivo preciso que reflejara el cambio de tiempo que, lentamente, se acerca a nuestras latitudes mediterráneas. Venimos del estío, con abundancia de sol, y calor, en definitiva estabilidad atmosférica o meteorológica y estamos entrando en la estación del entretiempo, mezcla de descenso de las temperaturas y disminución de los efectos solares. Puro otoño.

Por extrañas razones que no alcanzo a comprender, me ha costado un montón encontrar a “mi” adjetivo protagonista de este breve y anodino articulito: desapacible.

Otro día espero tener más suerte.

Jaume Santacana

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Jaume Santacana

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