Decretamos la respetabilidad y la autoridad del profesor

En estos días semifestivos, la Conselleria de Educación presentó un estudio sobre las actitudes de los estudiantes en Baleares, que a mi entender aporta datos de primera importancia para comprender el caos en el que se encuentra la educación. El hecho que me parece fundamental es que el 62 por ciento de los estudiantes crea que sus profesores no son una autoridad de referencia, porque carecen de los valores necesarios. Este, para mí, es el punto crítico: la autoridad no se impone por decreto, como va a hacer ahora el Govern, en un intento bien intencionado de darle al profesor el papel que ha ido perdiendo, sino que la autoridad (entendida como el respeto, la admiración, el aprecio a quien lo merece) se gana.

Para mí, la cuestión clave es que en España, durante muchos años, incluso ahora mismo, la educación ha quedado en terreno de nadie: se ha dejado entrar a cualquiera que quisiera un trabajo fijo, que no tuviera vocación; se ha admitido que quien no estuviera al nivel siguiera indefinidamente, que se degradara el sistema con casos vergonzosos a los que nadie ha puesto límite, y eso ha conducido a un desprestigio general. Me contaba un alumno no hace mucho que su profesor de una materia en el bachillerato no acudió nunca a darle clase porque decía que el suyo era un grupo díscolo; en otros casos el alumno percibe una carencia de interés absoluta que se refleja en llegadas tarde, salidas pronto, ausencia de seguimiento de la materia, incompetencia patética, obsesión incontrolada por librar lo cual se traduce en una hipersensibilidad por las gripes pasajeras que provocan bajas constantes.

¿Puede un decreto darle autoridad a quien es tan patético que da risa? No se engañen, los estudiantes son como éramos nosotros: se aprovechan de los huecos que dejan los profesores. Aquí la solución puede estar en darles autoridad, pero está sobre todo en que haya criterios de selección para la entrada a la profesión y, sobre todo, evaluaciones que propicien la salida de quienes no tienen interés real. Lo demás es huir del problema.