Desde épocas remotas, el liberalismo económico se fundamenta en la disminución de la administración y su correlativa de impuestos, para que sea la sociedad civil la que tire del carro, fórmula que los norteamericanos conocen y aplican a la perfección. No está exenta de problemas y disfunciones, pero en general es mucho más eficiente que la gestión económica pública, la planificación o el intervencionismo, cuyos ejemplos más señeros se cuentan por históricos fracasos. Para que el estado lo haga casi todo hay que ser sueco. En el resto del mundo, funciona mejor lo privado que lo público.
España es un caso raro, porque la derecha proviene sociológicamente de unos precedentes franquistas profundamente intervencionistas -recuerden (los viejos) los planes de desarrollo, el INI, etc.- que no han desaparecido en absoluto del cerebro límbico de nuestros gobernantes. Aclaro la pedantería, el cerebro límbico es el más primitivo, aquel que regula las emociones, la personalidad, el núcleo duro, en suma de nuestra identidad.
Pues bien, por más que los del PP se declaren una y otra vez liberales, la tozuda realidad es que, a la postre, son tan o más intervencionistas que Zapatero.
Nos prometieron, literalmente, más empleo y menos impuestos, lo que casaba con los discursos liberales de la derecha americana y parecía atractivo después del fracaso de las descerebradas medidas zapateriles.
Pero, oh fatalidad, nos han salido ranas, mentirosos compulsivos, y lo peor de todo es que sus mentiras sólo sirven para empeorar la situación.
Si la única solución -nos dicen- es subir los impuestos, ¿qué maldita diferencia hay entre un conseller de economía del PP y otro del PSOE? ¿Qué separa a Aguiló de Manera? Contéstense ustedes mismos.
La realidad es que, como todo el orbe sabe, cuando subes los impuestos creas paro, no empleo, y cuando los subes para pagar deudas sin siquiera invertir un céntimo en ayudar a las empresas, esta espiral se eterniza y tus necesidades recaudatorias ascienden al mismo ritmo que la tasa de desempleo y el empobrecimiento de las familias. En suma, un suicidio colectivo como el que nos están proporcionando por etapas Rajoy, Montoro y sus subalternos Bauzá y Aguiló.
Y, si al menos se creyeran sus mentiras, pensaríamos que son simples conversos, pero no, encima tienen la cara dura de salir y decirnos que nos suben los impuestos aunque no les guste. En cambio, cuando lo hace un comunista o uno del PSM, pone cara de satisfacción, porque se ve que les mola mazo.
El Pinochismo de Bauzá alcanza incluso cotas ridículas. ¿Qué fue de su indignación por el injusto tratamiento de Balears en los presupuestos del estado? Tenía que mejorar ostensiblemente esta tropelía mediante enmiendas -que no se presentaron- en el Congreso y, al cabo, lo único que se consiguió fue un recorte adicional de más de 200.000 euros. Para otra vez, mejor que no se indigne y calle sus miserias políticas.
Dudo que este govern acabe la legislatura, porque aunque la izquierda de las islas muestra signos evidentes de rigor mortis, los votantes liberales del PP y, lo que es más importante, los empresarios turísticos, comienzan a ver que han confiado la seguridad de sus gallinas a la comadreja.
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