Aplausos para un asesinato

Lo ha dicho Obama con gran satisfacción: Estados Unidos ha matado a Osama Bin Laden. Y el mundo occidental aplaude una operación de venganza, quizá de justicia según la ley del Talión, que ha tardado diez años en concretarse. Bin Laden, inductor de la violencia contra Estados Unidos y sus aliados y colaboradores, icono del terrorismo islamista, presunto creador de una marca extraña llamada Al Qaeda, justificante de las guerras en Irak y Afganistán, merecía una condena ejemplar. Para quienes admiten la pena de muerte, merecía ser ejecutado. Probablemente hubiera sido más valioso sacarle información y que fuera juzgado en la Corte Penal Internacional. Pero era impensable en una acción bélica de Estados Unidos en un país soberano porque era lo que los estadounidenses querían y lo que su presidente necesitaba para ganar las elecciones. Licencia a la CIA para matar a un terrorista. Nadie lo discute y todos los medios occidentales hablan de éxito de todos. Los aliados permitieron que Sadam Hussein fuera ahorcado y ahora intentan matar a Gadafi. Asesinatos para salvar vidas de inocentes. Y parece que lo de Bin Laden es un asesinato, quizá terrorismo, de Estado. Si lo aceptamos, lo justificamos moralmente y lo aplaudimos, habrá que convenir en que ya está bien de hablar del GAL treinta años después. Y ya está bien de buscar conspiraciones y autorías extrañas en el 11-M, cuando el propio Bin Laden ha declarado antes de morir que el motivo fue la ayuda de España a Estados Unidos en Irak, Afganistán y Palestina. Ya está muerto y el mundo civilizado se alegra. Sin hipocresías. Como se debe enfocar la lucha contra el terrorismo.