Categorías: OPINIÓN

Antisistema

El cierre de consultas y la dilación en la prestación de servicios en los centros y unidades básicas de salud que han acaecido en nuestra comunidad en las últimas semanas, no son sino el enésimo episodio del implacable desmantelamiento del estado del bienestar, del progresivo y despiadado expolio de los servicios públicos en todos los ámbitos: sanidad, dependencia, educación, seguridad social, protección laboral, prestaciones al desempleo, subsidios sociales, protección a la infancia, acceso a la tutela judicial efectiva, derecho de manifestación, etc., etc. Se trata de un ataque en toda regla, un auténtico atropello, contra el estado social de derecho consagrado en la constitución, esa que los políticos de los dos grandes partidos consideran sacrosanta e inamovible, menos cuando se lo ordena la troika.

Ante el aumento imparable de movimientos ciudadanos surgidos del 15-M y el reciente surgimiento de algunas opciones políticas que amenazan el statu quo surgido de la transición y, por tanto, las prebendas y privilegios de que han venido disfrutando los políticos de los dos grandes partidos y, sobre todo, suponen un peligro cierto para el entramado de intereses existente entre ellos y los grandes poderes económicos, representantes de estos partidos vienen dedicándose a desacreditar a dichos movimientos, descrédito amplificado por aquellos medios de comunicación que actúan como ariete al servicio de sus intereses. Y no se limitan a la crítica y al descrédito, también se han dedicado a promulgar legislación para limitar los derechos de los ciudadanos e impedir que se les pueda afear públicamente sus conductas.

Uno de los argumentos favoritos contra los movimientos ciudadanos y las opciones políticas emergentes es que se trata de organizaciones “antisistema”, palabra que por sí sola basta para descalificarlos global y completamente. Ser antisistema es ser como el caballo de Atila, como los jenízaros otomanos, como los almogávares catalanes, como los vikingos, como los piratas sarracenos del Mediterráneo, la encarnación de todos los males, gente que pretende arrasar el país, convertirlo en un erial y dejarnos a todos en cueros.

Y sin embargo, ¿quiénes son los auténticos antisistema?. Los que han puesto el sistema, el estado social de derecho, el estado del bienestar, surgido de la transición en grave peligro son los partidos que nos han venido gobernando y nos siguen gobernando.  Los que han tejido redes de corrupción generalizada para beneficiarse ellos, su partido y sus amigos, los que han trufado las administraciones públicas de familiares, amigos y enchufados, subvirtiendo y pervirtiendo los principios de igualdad, mérito y capacidad, que se han pasado por el arco del triunfo con perseverancia y persistencia dignas de objetivos más nobles. Los que se han dedicado a socavar la separación efectiva de poderes, controlando la fiscalía y repartiéndose los nombramientos de los magistrados del Tribunal Cosntitucional, del Consejo General del Poder Judicial y de los cargos de presidente del Tribunal Supremo y de los tribunales superiores de justicia, y además se han protegido con aforamientos masivos, que dificultan su enjuiciamiento y han impuesto unas tasas judiciales que impiden a muchos ciudadanos el acceso a la tutela judicial efectiva. Los que han destruido el sistema de cajas de ahorro al ocupar sus consejos de administración y utilizar sus recursos económicos para sus desvaríos políticos y, de paso, embolsarse una parte de los recursos económicos dilapidados, lo que finalmente ha llevado a tener que destinar decenas de miles de euros de dinero público al rescate de las entidades intervenidas. Los que han seguido robando cuando ya estábamos en plena crisis. Los diputados, senadores y otros cargos públicos que han realizado viajes privados, o viajes que resulta muy difícil justificar, a costa del erario público. Los que han utilizado la fiscalía para proteger a quien les interesaba, suavizando acusaciones y peticiones de penas y, si al final había condenas, concediendo indultos a diestro y siniestro, preferentemente, por supuesto, a delincuentes de cuello blanco y a amiguetes y compadres. Los que se han dedicado a expoliar lo público despojando a los ciudadanos de servicios esenciales para beneficiarse ellos. Los que se han burlado de la democracia, aprovechándose de las instituciones para su provecho.

Los que nos gobiernan y nos han venido gobernando desde la transición son los que han llevado al sistema al borde del precipicio. Los ciudadanos también somos en parte culpables, porque hemos sido demasiado complacientes y les hemos seguido votando a pesar de los múltiples casos de corrupción y de la evidencia de que sus repetidas declaraciones de propósito de enmienda chocaban con la contumaz realidad de su perseverancia en la mangancia. Ha llegado la hora de que nosotros, los ciudadanos, enmendemos nuestro error y les hagamos saber con nuestros votos quienes son los verdaderos antisistema.

Emilio Arteaga

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