Una semana entera llevamos revolucionados por las insinuaciones de los guiñoles franceses sobre el dopaje en el deporte español, siete días defendiendo con uñas y dientes la limpieza de los deportistas patrios, amenazando con hacer uso de la diplomacia en las más altas esferas para que se retracten y llega el ministro del ramo y echa todo el trabajo por tierra en tan solo cinco minutos.
José Ignacio Wert, que empieza a ser noticia por sus ya habituales meteduras de pata, aseguró ayer que “tenemos, no hace falta decirlo porque está de la más rabiosa actualidad, un problema de dopaje” y se quedó tan ancho.
A mi solo se me ocurren dos explicaciones para semejante resbalón: o el ministro estaba dopado y se le nubló la mente o se nos ha metido el enemigo en casa y ni nos hemos dado cuenta. Las palabras de Wert no solo dejan en entredicho la furibunda reacción española por los ataques sufridos sino que da la razón a los guiñoles y les incita a seguir acusando de juego sucio a Nadal, Gasol y compañía.
Desde luego con defensores como el ministro de Educación, Cultura y Deportes, ¿quién necesita los guiñoles?
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