Reconozco que esta semana no he estado muy al tanto de la actualidad. De la misma manera les digo que esto ha sido un no parar de cosas raras... Lo primero de lo que quiero hablarles es de la polidactilia, dicho en vulgo: tener más de veinte dedos. Que yo sepa no he conocido a nadie con polidactilia, la verdad es que no me dedico a contarles los dedos a las personas que me presentan. Así pues, mi experiencia con el tema se circunscribe a la ficción. Recuerdo que en la magnífica película Gattaca de Andrew Niccol aparecía un pianista que era como una especie de Rachmaninov, pero en bestia, al que habían modificado genéticamente para que tuviera seis dedos en cada mano y pudiera interpretar composiciones sólo al alcance de un «doce dedos». La versión literaria de Thomas Harris de Hannibal Lecter también tiene polidactilia en una mano, lo que, cómo no, hace de él un más que solvente intérprete de las Variaciones Goldberg de Bach.
Desconozco más detalles de la polidactilia, si bien intuyo que su aparición poco o nada tiene que ver con la psiqué del individuo. Aún así, se ha dado un hecho que reconozco turba mis siestas veraniegas y dispara febriles ensoñaciones. Algunos medios de comunicación han publicado una reciente fotografía de Quim Torra en bañador y chanclas. La repulsiva imagen —yo también pierdo en gayumbos, es cierto— muestra un detalle sólo visible si se amplia: Torra parece tener seis dedos en el pie izquierdo. No me atrevería a asegurarlo, bien pudiera tratarse de un caprichoso efecto óptico. ¿Y sí Herr Torra, el máximo exponente de la suprema raza aria catalana, tiene en su ADN un bache como el que asegura llevamos el resto de españoles? Sería como descubrir que la abuela de Hitler era judía... ¡El nazi Torra tiene seis dedos en el pìe izquierdo! No me canso de repetirlo: las razas superiores acaban siendo una puta mierda.
Al final resultará que Torra es un villano de James Bond: el Dr. No carecía de manos; le Chiffre lloraba lágrimas de sangre; Scaramanga tenía tres tetillas; Blofeld lucía una gran cicatriz en el rostro... Ya veo a Herr Torra en la próxima peli de 007, con Daniel Craig ahí luchando a brazo partido contra el prusés mientras se zumba a las chicas Bond de la función: Anna Gabriel, Marta Rovira o Carme Forcadell. Metemos una buena persecución en la Sagrada Familia, a Bond tirando abajo un castell, una sociedad oculta bajo la pantalla de una asociación de sardanas, un código secreto en la Moreneta, y unas cuantas explosiones en Montserrat y nos sale un peliculón de nivel. ¡Qué fuerte, tío, James Bond comiendo butifarra! De secuaz podemos poner a Valtonyc, que los secuaces de los villanos Bond suelen ser tarados. Y de peligrosa agente doble, que no sabemos si es catalufa o no, colamos a Francina Armengol en el reparto, que así involucramos a la Balears Film Commission y a IB3 y lo petamos seguro. Le encargamos la producción a Alberto Jarabo para que aporte ese aire de docudrama con compromiso político-social que tanto le gusta.
Yo rodaría la secuencia inicial en Palma. Ya saben, siempre se arranca con un gran número pirotécnico. Imagínense a 007 liándose a hostias con los niñatos de Arran en el muelle de cruceros. Ya de paso, parte de la trama podría transcurrir en nuestra maravillosa Mallorca. En las pelis de Bond suele haber persecuciones en lancha, así que lo subimos a un llaüt con los de Gent de la Mar y de paso que se coma una caldereta de marisco o de peix roquer, eso lo decidimos en función de lo que nos pueda interesar promocionar. Otro clásico de las pelis de Bond son las persecuciones sobre esquíes. Eso está arreglado: 007 esquiando en seco bajando por las pistas de jormigonako del GOB de La Trapa mientras los ecolos le persiguen al grito de «fascista, capitalista, hotelero...». Para aderezar el embrollo con un toque sexy, calzamos al barbas de Ciutat per qui l'habita saliendo del mar en la playa de Can Pere Antoni con el bañador de Borat en plan Raquel Welch. Lo digo porque este hombre no se pierde ni un sarao, y aquí no iba a ser menos.
Los secuaces suelen tener muertes horrorosas. Para Valtonyc tengo tres finales que vendrían fenomenal en el guión: uno sería que aparece Esperanza Aguirre y le aplasta la cabeza con un bate de béisbol, que es lo que él dijo que le haría; el segundo final podría ser el de un agente de la Guardia Civil que le pega un tiro porque ha oído en un concierto aquello de «ir al pueblo de al lado a matar a un rapero»; el tercero —mi favorito— es Valtonyc hundiéndose en las aguas del lago del Parc de la Mar mientras es devorado por un enjambre de hambrientos tiburones blancos y furiosas carabelas portuguesas mientras una horda de guiris masificadores inmortalizan el momento con un millón de fotografías y selfis.
Bond al final tendría que imponerse a la conspiración pancatalanista porque siempre gana, pero los indepes estarían contentos porque se trataría de una coproducción de los Països Catalans. La banda sonora se la podríamos encargar al musicólogo Amadeu Corbera y la canción del principio, la de los créditos chachis, a Lluís Llach aún a riesgo de sumir al público en un profundo coma irreversible. El guión lo pueden pulir a medias entre Podemos y la OCB para que no resulte sexista —eso con Bond no es fácil— y cumpla con las sacrosantas normas de los filólogos de la UIB. Eso sí, me reservo un giro magistral para el final: poco antes de acabar la película descubrimos que el verdadero cerebro maligno de la trama no es otro más que Tòfol Soler, que actúa protegido por un escuadrón de niños-robot que resultan ser blavets de Lluc. Todo el mundo sabe que algo satánico mora en el monasterio de Lluc.
¿Cómo titular la película? Yo lo tengo claro. 007, Operación: Posidonia. También me valen La ecotasa que me amó, GoldenCat, Panorama para normalizar, Sixfinger, Sólo se adoctrina una vez, Catalufo Royale, Al servicio secreto de Puigdemont, Licencia para adoctrinar, Desde Bruselas con amor...
A todo esto, me gustaría contarles aquello de cuando me quise traer a Mallorca a Michael G. Wilson y a Barbara Broccoli, productores de EON, dueños de la franquicia 007. Es verdad, no les vacilo. Como había políticos de por medio aquello acabó siendo más surrealista que un mal sueño de Toulousse Lautrec pasado de absenta. Pero esa es otra historia...
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